sábado, 15 de junio de 2013

Una boda que es buena y nos vale (2)

Y llegamos al Boroa, con la misma rapidez con la que el lector pasa de una entrada a otra de este blog. Y nos recibe la triki trixa y unos aperitivos esquivos...


Nuestro grupeto, que hallábase en el centro de aquel hall tan apacible, pronto se percató de que por allí no llegaban ni las lonchas de jamón ibérico, ni los pinchos de buen ver y mejor gusto, que los camareros servían en amplias bandejas. Nos encontramos conque éstas eran llevadas por los pasillos laterales, y apenas habían avanzado unos metros, las bandejas ya se mostraban tan vacías como las conciencias de ciertos políticos. Así que, comprobando una y otra vez que nuestro asentamiento no servía más que para procurarnos alguna copa de vino de vez en cuando (muy rico, por cierto), decidimos irnos a un pasillo lateral, y desde ahí asaltar cualquier bandeja que circulara en rededor. Así fue como nos pusimos las botas a comer jamón, y otras viandas, de cuyos nombres quiero acordarme, ni falta que hace, puesto que los sabores eran suficientemente expresivos.

 
 
Y entramos en el restaurante, dispuesto en mesas con nombres de castillos, cuyas fotografías iban acompañadas del dibujo que de cada fortaleza habían hecho los alumnos de Estíbaliz. Un bonito detalle, de los muchos que nos ofreció esta boda.
Y otro más, la entrada al convite de los novios, acompañada de esta curiosa melodía...
 
 

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