¿Se acuerda alguno de nuestros jugadores las horas a las que jugaba sus partidos en infantil? ¿O cuando eran cadetes, o quizá juveniles? ¿Recuerdan nuestros jugadores los madrugones que se daban, y claro, también sus aitas, sobre todo cuando debían desplazarse a esos campos perdidos en la geografía vizcaína? ¿Recuerda alguno los rostros aún legañosos con los que entraban en los coches de los aitas o de los entrenadores? Entre tanto veterano se hace lejana aquella época.
Pues bien, o mejor dicho, pues mal, el equipo local formado por un grupo de gente con una veteranía aún más pronunciada que la nuestra, decide que sus partidos se juegan a las 9:30 de la mañana de los domingos. Deciden que es una buena hora para, quizá, la confraternización familiar, el jugar temprano y posteriormente irse a disfrutar de la mañana festiva. Pues bien, o mejor dicho, pues mal, aunque los demás equipos no estemos de acuerdo con esta decisión son ellos los que juegan en casa, así que toca fastidiarse, y madrugar.
Aunque claro, ya que ellos son los que juegan en casa, no estaría mal que tomaran también la decisión de darnos agua, sin necesidad de pedírsela. Quizá es que con tanto madrugón, su educación aún no se ha despertado del todo.
Pasadas las ocho de la mañana. Esperando para ir a Leioa
Entre los jugadores locales se encuentra uno de los más veteranos de la categoría, si no el que más. Con sus más de cincuenta tacos, aguanta perfectamente el partido. Claro que accedemos a jugar a su ritmo, y así es más sencillo para un equipo veterano. De hecho, si hay un equipo que hace contraataques durante el encuentro, éste es Txiki. Ver para creer.
Y verlo lo veo, desde la grada, con el padre de Manu. Qué mérito el de este hombre, venirse hasta aquí, a esta hora, a ver un inefable juego que lleva consigo la irremediable derrota, prácticamente paliza, frente al equipo local. Y con él despotrico, aunque con mesurada diplomacia, contra un juego, y unas actitudes en el campo que distan de ser las de un equipo competitivo.
A la ya consabida ignorancia en la ejecución de nuestros sistemas de ataque, a la falta de movimientos para desmarcarse, o al poco criterio para pasar varias veces seguidas el balón, se une en este partido una lamentable defensa, que provoca agujeros continuos que Txiki aprovecha con cortes a canasta que, en ocasiones, no superan los diez por hora de velocidad máxima.